SIMPOSIO
LA MÚSICA EN BOLIVIA. PRODUCCIÓN SONORA,
PODER Y CAMBIO SOCIAL
INTRODUCCIÓN
DISCURSO DE INAUGURACIÓN. XIV FESTIVAL NACIONAL DE MÚSICA LUZ MILA PATIÑO
I. PRODUCCIÓN SONORA EN LA PREHISTORIA
II. LO POPULAR URBANO SONORO
CRÉDITOS
FIESTA.
Una totalidad independiente real construida
Ángela María Caballero Espinoza1.
Considérese este escrito como un pre-texto para entender “la Fiesta”, como un intento por captar el sentido de algo efímero en el espacio-tiempo concreto del día a día e imperecedero en el sentir de sus productores/as quienes siembran y cosechan la fiesta al compás del latido de sus propios corazones; pero además es un pre-texto pues no alcanzo sino a esbozar algunas ideas que quisiera compartir a tiempo de ponerlas en cuestionamiento con el fin de enriquecer algunos conceptos que parecen ser útiles a momento de estudiar “la fiesta urbana paceña” vinculada al sistema de preste.
Al “mirar y sentir” la Fiesta por casi todos los años de mi vida en diferentes contextos y sobretodo la fiesta de la “Virgen de la Merced” en el barrio de Cota-Cota de la ciudad de La Paz que fuera motivo de mi tesis de Antropología presentada el 2001, creo poder afirmar que la fiesta no es sino el producto material y físico de una estructuración dialógica colectiva; es decir, de un dialogo entre productores/as del hecho, sus intermediarios/as o los/as que facilitan los medios (músicos, bordadores, etc.) y los/as espectadores/as voluntarias/os e involuntarios del hecho o momento creado actuante a manera de estrategia política, pues socializa el objeto o momento creado, tal cual en ocasiones resulta hacerlos un objeto o momento artístico.
Desde este punto de vista, la Fiesta parece ser inicialmente, el producto de una serie de tentativas estéticas.
Entiendo lo estético como la expresión física, es decir, en concreto, una “cosa” cuya existencia material cautiva, remitiéndose así a lo bello (yo complazco) (Debray 1994: 78-79).
La “expresión” es un concepto que tiene diferentes acepciones según la genealogía de arte posmoderno y podría decirse que:
“Lo visto contiene al que ve” (Cezanne Paul (1839-1906) en: Appignanesi & Garrat 1997: 14).
Partiendo de esta premisa se considera “expresión” al proceso a través del cual no se simboliza la realidad sino el efecto de percibirla. El hecho de que la percepción esté sujeta a las variaciones de historia personal, o lo que en otros momentos se denominaría identidad adscrita, implica que necesariamente se produce una reelaboración de las percepciones individuales, manifiesta en un producto consensuado. Es decir, en un producto que expresa al colectivo; estamos hablando de una “expresión colectiva”.
Esta “expresión colectiva”, es decir el producto del proceso sociocultural dialógico, tiene ciertas características que la definen como tal:
–Es una totalidad al englobar elementos que independientemente pueden o no diferir de las concepciones de grupo o individuales.
–Es independiente pues aunque los agentes implicados en el proceso aporten con sus percepciones y acciones personales, el producto no es propio de ninguno de ellos. Puede no ser preconcebida y el producto puede o no responder a esa preconcepción. Posee un tiempo y un espacio determinados por la misma totalidad.
–Lo real se adopta como característica de la expresión colectiva en el momento en que es socializada (Cf. Berger 1971: 13-43), es decir, que adquiere un significado que le otorgan el o los agentes sociales (en el sentido genérico).
–Es construida. El proceso en el que se lleva a cabo dicha construcción es un proceso dialógico latente entre los actores participes del proceso. (según la dialógica, “cualquier expresión por autónoma o completa que parezca, no es otra cosa que un momento de diálogo, un fragmento en el proceso continuo de la comunicación. Difiere de la dialéctica en que se opone a la concepción monológica” (Reynoso 1991: 36-41).
Por lo tanto, la “expresión colectiva” se definiría como una totalidad independiente real construida.
La totalidad independiente real construida de la fiesta de la “Virgen de la Merced” en Cota-Cota, se caracteriza en primera instancia por su apertura al pasado definida en un deseo por comprometerse con situaciones históricas rehabilitadas donde es posible observar un esfuerzo por llenar tanto el contexto temporal o diacrónico como su contexto sincrónico.
Esto se logra a través de la selección y adopción de variadas tentativas estéticas, es decir de una gran variedad de percepciones, de cambios, de ordenes yuxtapuestos del material empleado para el producto, donde la atención al contexto actual y la atención a la historia se cruzan en una interacción significativa dando lugar a una autoría anónima simulada donde el juego de la originalidad, la repetición, la autenticidad y la copia se desenvuelven dentro de sus límites. Este aspecto es susceptible al análisis a través de variadas temáticas tales como los estilos musicales, los ornamentos de los lugares festivos, los accesorios empleados para la decoración, la vestimenta que recubre especial importancia debido a que elabora “identidades visuales”, como: chola, birlocha, señorita, caballero, joven, pandillero u otras como moreno, kullawa, inka a las que podríamos denominar “identidades visuales transitorias”, las mismas que están mediadas por el “traje”. Estas denominaciones por supuesto tienen un contenido sociocultural importante y están determinadas por “la mirada” y la manera de interpretar lo que “se ve”, aspectos que pueden convertirse en elementos de inicio de un nuevo estudio.
En este sentido, el producto, es decir la totalidad independiente real construida, se caracteriza en segunda instancia, como consecuencia de la primera característica, por sus diversas maneras de negar el principio de univalencia o de unidirección. La más obvia de estas maneras, consiste en la recuperación del sentido de la función significativa de la Fiesta en diferentes contextos.
El contexto podría definirse como los códigos utilizados para la comprensión o interpretación de las formas del hecho festivo a través de la utilización de uno o más sentidos. Hablaríamos entonces de una diversidad de contextos que no son fijos o inalterables puesto que derivan y reflejan los diversos ámbitos sociales en una coyuntura concreta, desde lo cual el hecho es experimentado por diferentes agentes o grupos de ellos.
La tercera característica del lenguaje estético de los/as productores/as de la Fiesta de la “Virgen de la Merced en Cota-Cota”, ha sido identificada a través del pragmatismo, esto es, una voluntad de trabajar de acuerdo a los canales y condiciones existentes, donde los medios de producción son al mismo tiempo los medios de comunicación. En mi opinión, esto requiere una comprensión del lugar de lo que se produce, es decir, la ubicación que tienen o tuvo la totalidad independiente real construida dentro de las instituciones sociales. Se trata no solo de vínculos con variadas formas del lenguaje (visual, lingüístico, sonoro, figurativo, etc.) y canales de los medios de comunicación como el baile o la música, sino, de manera más fundamental, con lo que podríamos denominar una conciencia de comunidad, es decir que más allá de haber condicionado un sistema comunicativo, se conoce que comunicar. En este sentido, su objetivo es socializante, destinado a mejorar en algo las condiciones de esa comunidad.
Una revisión sobre la base de estos conceptos respecto a lo que la totalidad independiente real construida comunica, puede proporcionar una relectura de los mecanismos por los cuales nos hacemos comprensibles a los demás y no solamente expresivos y ahí el problema pasa de ser estético a ser político; estamos hablando de la política de esta representación.
El camino más directo para llegar al sentido de lo que comunica la totalidad real construida, parece ser el símbolo: la figura de la “Virgen de la Merced”, cuya presencia atraviesa la representación de su imagen cumpliéndose así una función relacional.
El símbolo es un objeto de convención que tiene como razón de ser el acuerdo de los espíritus y la reunión de los objetos. Más que una cosa, es una operación y una ceremonia: no la del adiós sino la del reencuentro. Simbólico y fraternal son sinónimos: no se fraterniza sin tener algo que compartir, no se simboliza sin unir lo que era extraño. En griego el antónimo exacto de símbolo es el diablo: el que separa. Dia-bólico es todo lo que divide, sim-bólico todo lo que acerca.
La imagen es benéfica porque es simbólica. Es decir, reconcentrante, reconstituyente, por usar equivalentes (Debray 1994: 53).
Lo simbólico es no es un tesoro escondido. Es un viaje. Ciertas imágenes nos hacen viajar, otras no. A las primeras a veces se las llama “sagradas”. Lo sagrado aparece a nuestros ojos, dondequiera que la imagen se abre a una cosa distinta de sí misma (Ob.cit. 54).
Sobre la base de las anteriores concepciones de Regis Debray, es posible afirmar que la figura de la “Virgen de la Merced”, determina el sentido de la representación de la totalidad independiente real construida, y se ha convertido en el eje de una acción para el fortalecimiento social de los/as productores/as de esta fiesta.
En cierto sentido esto es también enormemente moralista puesto que esa idea de responsabilidad con la “Mamita” y salvación histórica a través de su favor, ha pasado a grupos identificables debido a su lugar de procedencia, a la melanina de su piel, a su comportamiento socio-laboral, a esa idea fundamental de “descendencia común” y otros no identificados, de manera que pudieron crear todo un nuevo sistema jerárquico de represión y control, desarrollando así modelos culturales de práctica creativa altamente exclusivos en el ámbito de participación de agentes pero altamente inclusivos en cuanto a elementos estéticos de representación, ofreciendo así una gran variedad de distorsiones de lo que se comunica a manera de estrategia de etnicidad.
Siendo la fiesta parte del actual sistema de organización social de la comunidad de calacoteños/as, adquiere una dimensión estructuran de la acción política del grupo en tres generaciones ya que ha determinado la formación de entidades que posibilitan el acceso a ámbitos de decisión hacia el interior y el exterior de la comunidad; y además ha permitido proyectar una política de la representación, a través de la “estética de la fiesta”, determinándose así que la totalidad real construida resulta ser una estrategia política de etnicidad.
Bibliografía
Appignanesi, R. & Garrat C.
1997 Postmodernismo para Principiantes, Buenos Aires: Era Naciente.
Berger, Peter
1971 El Dosel Sagrado. Buenos Aires: Amorrortu.
Bourdieu, Pierre
1996 Cosas Dichas, Barcelona: Gedisa.
Bourdieu, Pierre & Wacquant, Loic J.D.
1995 Respuestas por una Antropología Reflexiva, México D.F.: Grijalbo.
Debray, Regis
1994 Vida y muerte de la imagen. Historia de la mirada en Occidente. Paidos.
_______________________
- Antropóloga.