SIMPOSIO

LA MÚSICA EN BOLIVIA. PRODUCCIÓN SONORA,
PODER Y CAMBIO SOCIAL

EL SONIDO Y LA SERPIENTE.
Una aproximación a aspectos rituales en Tiwanaku

Claudia Rivera Casanovas1

Introducción

El estudio de la música y su función en las culturas prehispánicas del actual territorio boliviano es aún limitado (ver: Sánchez y Sanzetenea 2002), siendo contados los trabajos descriptivos o interpretativos que tocan el tema (ver: Céspedes 2002; Diez de Medina 1947; Janusek 1993, 1994; Sánchez y Sanzetenea 2002, entre otros).  Uno de los principales problemas en los estudios de instrumentos musicales prehispánicos ha sido la falta de información contextual que permita entender su contexto de uso.  Existen pocos trabajos, generalmente realizados por arqueólogos que, al contar con la evidencia necesaria, permiten adentrarse en la interpretación sobre el uso y función de los instrumentos musicales en el pasado dentro de un contexto social (ver: Janusek 1993).

La música ha sido y es una parte fundamental de las culturas andinas, es inseparable tanto de aspectos de la vida cotidiana como de eventos de carácter ceremonial y ritual.  Por ejemplo, se conocen objetos musicales prehispánicos y sus representaciones desde períodos tan tempranos como el Arcaico (4000-2000 a.C) (Grebe 1974), mostrando que la producción sonora acompañó una serie de actividades de carácter individual y social a través de toda la época prehispánica.

El uso de instrumentos diversos como idiófonos, membranófonos, aerófonos fue común para las sociedades prehispánicas y varió de acuerdo a los distintos contextos sociales. Muchos de estos instrumentos acompañaron ceremonias y estuvieron vinculados a prácticas shamánicas como en el caso de idiófonos tales como sonajeras y campanas, mientras que otros se vincularon a festividades y ritos funerarios como en el caso de los aerófonos, particularmente flautas o quenas (Sánchez y Sanzetenea 2002; Grebe 1974).

Dentro del grupo de idiófonos podríamos incluir a las vasijas sonajeras que han sido identificadas para diversas culturas prehispánicas en Bolivia.  Las vasijas sonajeras aparecen temprano, durante el Período Formativo (2000a.C-400 d.C) en los valles de Cochabamba (Céspedes 2002) y también se las encuentra durante el Horizonte Medio (400-1000 d.C) en culturas como Mojocoya, Tiwanaku y Yampara (Céspedes 2002; Rivera Casanovas 1994, 2003; Sánchez y Sanzetenea 2003).  En los casos de Mojocoya y Yampara, vasijas trípodes o con pequeños apéndices, contienen piedrecillas en las cavidades de las patas o los apéndices que producen un sonido suave al ser agitadas.

En el caso de Tiwanaku, se han identificado kerus y jarras sonajeras en diferentes contextos (Posnansky 1947; Rivera Casanovas 1994, 2003; Sánchez y Sanzetenea 2003). La información contextual de estos hallazgos nos permite realizar un acercamiento para entender el uso y significado de tales objetos.  En esta oportunidad, trataré en detalle una jarra sonajera recuperada en las excavaciones efectuadas en el área de Ch’iji Jawira, Tiwanaku (Rivera Casanovas 1994).

Excavaciones en Ch’iji Jawira, Tiwanaku

Tiwanaku fue un Estado prehispánico que surgió en el área de la cuenca del Titicaca como parte de procesos sociopolíticos iniciados durante el Período Formativo (2000 a.C-400 d.C).  Entre los años 500 y 1000 d.C, Tiwanaku creció, se consolidó y su influencia se expandió por un vasto territorio en los Andes Centro Sur.  Su capital, Tiwanaku, situada en el altiplano paceño alcanzó ocho kilómetros cuadrados y contó con un centro cívico ceremonial y diversas áreas residenciales, donde vivieron distintos segmentos sociales que llevaron a cabo tanto actividades domésticas como especializadas.

Durante la temporada de campo de 1991 y como parte de las actividades de investigación del Proyecto Wila Jawira, se llevaron a cabo excavaciones en Ch’iji Jawira, un barrio de alfareros ubicado en la parte Este de lo que fue la periferia de la antigua urbe de Tiwanaku, al final de la época IV tardía y V, vale decir entre el 800 y 1000 d.C. En este sector de Tiwanaku se asentaron familias de alfareros que se dedicaron a la producción a gran escala de diversas formas cerámicas, para su consumo en la ciudad de Tiwanaku.

La evidencia arqueológica recuperada sirvió para entender y reconstruir el proceso de producción de cerámica de manera detallada, así como la organización social de los alfareros (Rivera Canovas 1994, 2003).  Las excavaciones también mostraron que los ceramistas desarrollaron sus actividades en el ámbito doméstico, es decir en los patios y cuartos de sus propias vivi7yendas, tal como sucede hoy en día en muchas comunidades de alfareros en los Andes.

Una de las características de las áreas residenciales en Tiwanaku fue que sus residentes enterraron bajo los pisos de las casas y los patios a sus muertos, situación que ha sido evidenciada no sólo en Tiwanaku mismo sino también en muchos otros sitios pertenecientes a esta cultura (p. ej. ver Bermann 1994; Janusek 1994; Rydén 1959, entre otros).  En Ch’iji Jawira, se excavaron algunas tumbas cista profundas que estaban asociadas a contextos domésticos y producción de cerámica.  El Rasgo 22, localizado en el área norte de las excavaciones fue una tumba circular profunda de aproximadamente 50 cm de diámetro, datada aproximadamente entre el 600 a 800 d.C.  A un metro de profundidad la tumba se encontraba sellada con una piedra arenisca plana, trapezoidal, que descansaba sobre varios adobes.  Debajo esta piedra se encontró los restos de un individuo adulto en posición flexionada cubierto por restos de textiles pobremente preservados.  Las ofrendas de cerámica estaban dispuestas tanto sobre como debajo de la piedra plana.

La pieza más llamativa de este conjunto funerario fue una jarra con pitón de 14 cm de alto por 12.5 cm de ancho, con un engobe rojo pulido sobre el que se presenta la representación de un motivo compuesto de una serpiente de cascabel asociado a motivos que se asemejan a estrellas o flores.  Esta jarra presenta una base pedestal hueca, decorada en blanco con motivos circulares negros, cuyo interior está relleno de pequeñas piedrecillas u otros elementos minúsculos que producen el sonido de un cascabel cuando es movida.

Hacia una interpretación iconográfica de las vasijas sonajeras asociadas a serpientes

La existencia de vasijas sonajeras asociadas a una iconografía de serpientes es un elemento importante para entender ciertos aspectos rituales en Tiwanaku.  Es probable que la serpiente haya jugado un rol importante en tales ritos ya que kerus y otras vasijas con representaciones de serpientes de cascabel han sido hallados en tumbas (Janusek 1994, Rivera Casanovas 1994, 2003).

En general las serpientes se hallan dibujadas sobre kerus, jarritas y tazones que son vasijas de servir, vinculadas a actividades festivas y comensales.  Este tipo de vasijas fueron ampliamente usados en ocasiones especiales, y tanto kerus como jarritas están asociadas al consumo de chicha u otras bebidas.  Como se sabe, la chicha fue y es una bebida muy importante en el mundo andino por su carácter ceremonial y de ofrenda.

Si la analogía histórica y etnográfica es válida para la interpretación de los rituales en Tiwanaku y si asumimos una continuidad cultural entre esta cultura y la de los aymaras, podemos buscar algunos puntos para la interpretación de tal iconografía y su asociación con el sonido.

Como Therese Bouysse sostiene (1988) el culto a la serpiente en el área del lago Titicaca tiene una data muy antigua que se remonta al Período Formativo. La representación de las serpientes en los monolitos del culto Yaya mama sugieren una relación con el agua y la fertilidad.  Las serpientes, junto con los sapos, actualmente son los animales que marcan el paso de la estación de lluvias a la estación seca.  Las serpientes salen de sus guaridas en la época húmeda que está marcada por rayos y truenos además de otros fenómenos meteorológicos. Por ejemplo, el arco iris es asociado a una serpiente que cruza el cielo y también existen representaciones de ella en una constelación de la vía láctea (Bouysse op. Cit).

En los valles costeros del Pacífico la serpiente se relaciona con eventos tectónicos como vulcanismo y temblores (Bouysse Cassagne 1988), su presencia anuncia erupciones o terremotos.  Igualmente, la serpiente se relaciona con el rayo por su semejanza con éste.  Según Cobo (cit: en Bouysse Casagne 1988), la constelación de una nube negra de la vía láctea que representa a la serpiente, protegía a las serpientes terrestres por su semejanza con el rayo. Estos elementos sugieren la gran importancia de las serpientes para las culturas del área del Titicaca.  Según la mencionada autora, la serpiente se relaciona además de con el agua y la tierra, con el cielo y con el mundo subterráneo.

Arnold et al. (1992: 180-181) en un análisis de los cuentos sobre los animales silvestres que viven dentro la tierra, entre los que se incluye la serpiente, indican que esta es considerada, por los Qaqachaka, como un animal de los dioses telúricos, de los cerros guardianes y de la Pachamama. En este sentido, su asociación a otras deidades y elementos simbólicos es importante. Al estar vinculada al agua y la tierra se relaciona con la fertilidad y del mismo modo, al estar vinculada al subsuelo se relaciona con los espíritus de los muertos que tienen los poderes generadores de la vida y la fertilidad (Harris 1982).  No es casual que en las tumbas en Tiwanaku varios kerus y otras piezas tengan representaciones de serpientes de cascabel asociadas a representaciones de personajes e inclusive calaveras como podemos ver en las piezas exhumadas en una tumba de Akapana Este 2 en Tiwanaku (Janusek 2003).

Entonces, las representaciones de serpientes, especialmente de cascabel, estarían probablemente asociadas con la fertilidad y los muertos. Cuando estas vasijas fueron usadas en rituales propiciatorios y tal vez funerarios, el moverlas al tomar el líquido que contenían como en el caso de los kerus o derramar/servir líquido como en el caso de la jarra, produjo un sonido de cascabel que probablemente invocaba a estos animales y sus poderes asociados.  Es difícil decir si estos objetos tuvieron un carácter netamente funerario, hay una posibilidad grande.  Sin embargo, como ya se mencionó, también pudieron haber sido usados en otros eventos rituales y fueron enterrados como ofrendas funerarias posteriormente.

Yendo a un contexto más amplio de interpretación, sugerimos que las vasijas sonajeras con representaciones de serpientes, cuando fueron colocadas como parte del ajuar funerario de una tumba, pudieron jugar un papel importante en los ritos de renovación de la fertilidad.  Como varios estudios sobre la muerte y sus ritos asociados han mostrado (ver: Bloch y Parry 1982), la muerte está a menudo asociada con la renovación de la fertilidad, que se puede manifestar como renovación de la fecundidad de las personas, los animales o las cosechas, o todos juntos (Bloch y Parry 1982: 7).  En sociedades agrarias, como es el caso de Tiwanaku, la fertilidad agrícola es un valor principal sobre el que se elaboran los rituales funerarios.

Los rituales funerarios y/o agrícolas también están ligados a la legitimación de la autoridad y de un orden social establecido. Elementos ideológicos dan poder a aquellos encargados de celebrar el ritual y ponen a la esfera ritual como fuente última del poder regenerativo, de este modo mantienen la autoridad y reproducen el orden social vigente.  Dentro de estos contextos, el sonido parece haber sido una parte importante; en este caso, las vasijas sonajeras con sus representaciones y su sonido, son vitales para mantener la regeneración de la fertilidad dentro del mundo ideal andino.

Conclusiones

Este pequeño trabajo constituye un breve intento por interpretar el significado de las vasijas sonajeras con representaciones de serpientes de cascabel en Tiwanaku.  Basándonos en datos etnohistóricos y etnográficos interpreto que tales vasijas sonajeras fueron usadas en rituales de fertilidad debido a la asociación de la serpiente con el agua, la tierra y el subsuelo; por ende, con los ancestros generadores de fertilidad.

Estas ideas lanzadas en forma de hipótesis deberán ser contrastadas en un futuro con trabajos más detallados que tomen en cuenta mayor información contextual de tumbas y otros contextos, así como estudios más precisos sobre iconografía.

Bibliografía

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  1. Arqueóloga. Universidad Mayor de San Andrés, La Paz, Bolivia.