SIMPOSIO
LA MÚSICA EN BOLIVIA. PRODUCCIÓN SONORA,
PODER Y CAMBIO SOCIAL
INTRODUCCIÓN
DISCURSO DE INAUGURACIÓN. XIV FESTIVAL NACIONAL DE MÚSICA LUZ MILA PATIÑO
I. PRODUCCIÓN SONORA EN LA PREHISTORIA
II. LO POPULAR URBANO SONORO
CRÉDITOS
XIV FESTIVAL NACIONAL DE MÚSICA LUZ MILA PATIÑO
(Discurso de inauguración de la XIV versión del Festival Nacional “Luz Mila Patiño” y del Simposio Nacional de Musicología).
Marcelo Paz Soldán1
El Festival “Luz Mila Patiño” tiene su origen en el Concurso Anual de Música “Luz Mila Patiño” que se realizó entre 1951 y 1968, el que alentó y promocionó la música académica en Bolivia. Este concurso fue creado por el conde Guy du Boisrouvray en homenaje a su esposa, ya muerta, Luz Mila Patiño de Boisrouvray, hija de don Simón I. Patiño, empresario minero boliviano, quien fundó en La Paz la Fundación Universitaria Simón I Patiño en 1931 con el objetivo de que destacados estudiantes bolivianos puedan formarse en el exterior, creando así las becas Patiño. Estas, así como el Festival, ya son parte del apoyo continuo y decidido a la pedagogía y cultura boliviana, lo que guía nuestros pasos, siendo un aporte a la formación de los bolivianos desde el siglo pasado.
El concurso de música inicialmente funcionó en forma de préstamos para los ganadores, pero en 1963 se volvió un sistema de becas, por la imposibilidad de los estudiantes en la devolución de los mismos. Concurso que sin duda ayudó a configurar el gran talento musical en Bolivia, como Alberto Villalpando, Teresa Laredo, Jaime Laredo, Marvín Sandi, etc. ganadores o finalistas del concurso. En 1951, por ejemplo, se consagró a compositores, ganando ese año Jaime Mendoza. En 1963 el premio fue reservado a pianistas bolivianas, ganando Teresa Laredo y Lourdes Ruzsa Tezanos Pinto. En 1964 se premió a la música de cámara para conjuntos de dos instrumentos o más en la que se entregaron dos premios, uno a Gustavo Navarre y el otro a Alberto Villalpando.
En 1965 estuvo reservado a compositores de música sinfónica, en la que ganó Atiliano Auza, uno de los compositores más importantes de música sinfónica de Bolivia. En 1966 estuvo dedicada a orquestas, premio que fue concedido a la Orquesta sinfónica de La Paz. En 1967 fue el concurso para cantantes, en el que ganó Carlos Loayza Arrieta, ocupando el segundo lugar Gastón Paz.
En 1968 se crea el Centro pedagógico y cultural Simón I. Patiño y, en común acuerdo con el conde du Boisrouvray, el concurso “Luz Mila Patiño” fue reemplazado por el Festival Nacional “Luz Mila Patiño”, la que consagra a la música folklórica e indígena. El objetivo central del Centro pedagógico y cultural Simón I. Patiño es la difusión de la cultura en sus distintas expresiones como el libro (novela, poesía, teatro, ensayo), la música (conciertos, festivales, recitales), el teatro, las artes visuales (pintura, escultura, fotografía, etc.), danza, video, así como un decido apoyo a la pedagogía a través de su red de bibliotecas populares, promoción de la lectura, biblioteca Simón I. Patiño y el Centro de Literatura Boliviana.
La primera versión del Festival Luz Mila Patiño se inicia en 1971 en la que se invita a conjuntos de danzas folklóricas cuyo principal objetivo fue destacar y descubrir el patrimonio folklórico y etnológico de Bolivia. La compañía destacada y premiada fue la Diablada de Oruro. En 1974 se realizó el segundo festival, el que estuvo a cargo de don Mario Leyes, destacado coreógrafo boliviano, quien creó la Escuela de danza del Centro Simón I. Patiño.
En 1975, durante la tercera versión, se definió como objetivo central difundir las manifestaciones folklóricas de las regiones menos conocidas de Bolivia y mostrar la riqueza socio cultural del Oriente, Chaco y de la Amazonía boliviana, es decir, de los departamentos de Santa Cruz, Tarija y Beni. Este festival da un giro trascendental en el Festival Luz Mila Patiño, ya que, del 8 al 10 de noviembre de ese año, se realizó un coloquio científico sobre el folklore de las regiones representadas en el festival que estuvo centrada en la forma, la historia, y el significado de las tradiciones dentro del panorama general del folklore boliviano. Las ponencias de los científicos fueron difundidas por la radio del Centro Pedagógico y cultural Simón I. Patiño.
En 1978 se realizó el cuarto festival Luz Mila Patiño que estuvo centrada en las danzas de comunidades andinas. Este festival, así como las anteriores versiones, se realizaban en la ciudad de Cochabamba y el grupo de músicos andinos mostró la riqueza de la diversidad musical de Bolivia. Esta sociedad abigarrada, en palabras de Zabaleta, señaló el camino para los investigadores en relación con el festival.
Del cuarto hasta el séptimo festival, contó con la presencia de Max Peter Baumann, quien le dio un gran impulso, especialmente científico, ya que este organizó una investigación etnomusicológica seria y sistemática con la organización de uno de los centros de archivos etnomusicológicos más importantes del país: el Centro de Documentación para la Música Boliviana o CENDOC-MB. Un año después, en 1979, se grabó el primer disco, en formato LP, el que daría inicio a uno de los productos más importantes del festival que es la grabación de la música.
En 1980 se realizó el quinto festival con grupos de músicos y bailarines de tierras altas, así como los valles, representados en cuatro departamentos: Cochabamba, Oruro, Chuquisaca y Potosí. Estas presentaciones, como era habitual, se realizaron en el teatro al aire libre del Centro Simón I. Patiño de Cochabamba. También se expusieron 300 tejidos andinos y una colección de Warmimunachis, además del tradicional paseo por el Prado Cochabambino de los grupos que integraban el festival.
En 1984 se realizó la sexta versión, la que fue difundida por televisión nacional y contó con participantes de siete de los nueve departamentos de Bolivia, excepto Pando y Sucre. En 1987, durante la séptima versión, se dedicó exclusivamente a la música y danza de la región de Moxos y, por primera vez, el festival se hizo en Beni dejando de hacerlo en el teatro al aire libre del Centro Patiño de Cochabamba, hitos históricos del festival. Recordemos que en Moxos estuvieron presentes las misiones jesuíticas y que los investigadores reunieron una gran cantidad de videos, fotos y grabaciones. Esta edición estuvo acompañada de un simposio sobre la música en los Moxos y su contexto histórico cultural, organizado por el historiador Jorge Cortéz.
En 1988 se realizó la octava versión con la participación de 10 comunidades rurales y ayllus del Norte de Potosí en la que participaron 200 músicos. En 1991 se realizó la novena versión, que se centró en la música de los chapacos, festival que se realizó en Tarija.
La décima versión se realizó en 1993 y se centró en la música y danza del Chaco, en su población criolla y no la de los Guaraníes ni Matacos. En 1996, la onceava versión se centró en la música, los bailes y las máscaras de los Guaraníes-Chiriguanos, festival que se denominó “Yagua Tairari. Música y cantos de los Guaraní”.
En 1998 se realizó la doceava versión, denominada “El Tambor Mayor. Música y Cantos de las comunidades negras de Bolivia”, dedicada a los Yungas del departamento de La Paz, una de las regiones de mayor influencia en la cultura artística de los bolivianos. El trabajo de investigación, antes del festival, se prolongó por más de ocho meses y estuvo a cargo de Walter Sánchez, quien escribió un valioso ensayo, el que acompaña al CD del Festival, “Los sonidos del Tambor Mayor. Presencia, imágenes acústicas y representaciones de los negros en Bolivia”. El comentario del etnólogo Suizo Max Peter Baumann sobre este trabajo fue: Así como la zamba es para los brasileros y la salsa para centro América, la saya, que se dice deriva del bantú, lo es para Bolivia. Se entiende la saya como una expresión cultural de las comunidades negras y sirve como una característica integradora de la población negra en su proceso de auto-descubrimiento y auto-identificación.
En el 2001 se realizó la treceava versión, la que recordó/festejó treinta años promoviendo/rescatando la música y danzas de comunidades bolivianas. Son, si tomamos en cuenta el Concurso “Luz Mila Patiño” y el Festival, 53 años de labor ininterrumpida a favor de la música boliviana, así como de la investigación científica, dos elementos poderosos que hacen de este festival único en su clase en Bolivia.
La catorceava versión se realizó en Rurrenabaque, Beni, del 28 al 29 de agosto, festival denominado “Música, danzas, los cantos y los instrumentos musicales de los pueblos indígenas Mosetene, Tacana, T’simane y Esse Ejja (comunidad Eyoiyoquibo)”, el que ha permitido a los investigadores un relevamiento etnomusicológico, inventariación organológica y de danzas indígenas mediante grabaciones de campo, fotografía y video digital, en la que se ha contado con la participación de unos 200 bailarines y músicos de esas cuatro comunidades indígenas.
Como parte del festival se realizó el Simposio llamado “La música en Bolivia. Producción sonora, poder y cambio musical” que se realizó en La Paz en el Espacio Patiño los días 16 y 17 de agosto de 2004 y contó con destacados investigadores y científicos de la talla de Freddy Bustillos, etnomusicólogo, quien ha escrito varios libros y artículos dedicados a la estnomusicología y la arqueología de la música en Bolivia. El maestro Ernesto Cavour, destacado cultor del charango en Bolivia. Don Roy Querejazu Lewis, quien ha escrito importantes libros sobre la arqueología y Arte Rupestre de Bolivia. Walter Sánchez, responsable de organizar, junto Alfredo Roca, esta versión del festival, quienes han aportado de manera inmensurable a la música boliviana. Ricardo Céspedes, especialista en la cultura Tiwanaku de Cochabamba, la cantante Jenny Cárdenas, doctorante en musicología., Mauricio Sánchez Patzi quien ha trabajado sobre la problemática de la música popular y la construcción de identidades en Bolivia (1952-2000). Así como Claudia Rivera, Olga Gabelman, Bernardo Rozo, Ángela Caballero, Álvaro Montenegro, el cantante Adrián Barrenechea, Amilcar Copa, Luis Moya, Álvaro Vega quien desarrolla una investigación de envergadura sobre la música de las agrupaciones folklóricas y autóctonas de La Paz, Silvestre Chau (Tacana) y Armando Urioste.
El Festival Nacional Luz Mila Patiño contribuye a construir nuestra identidad cultural, ya que la música refleja lo que somos, un país inmensamente rico en tradiciones, en gente, en valores, porque en nuestra diversidad está nuestra riqueza, es lo que nos une y la compartimos entre los bolivianos y el mundo.
__________________
- Director Centro pedagógico y Cultural “Simón I. Patiño” (Cochabamba).