V FESTIVAL
COMUNIDADES RURALES ANDINAS DE TIERRAS ALTAS
COCHABAMBA, ORURO, CHUQUISACA, POTOSÍ.
V FESTIVAL
COMUNIDADES RURALES ANDINAS DE TIERRAS ALTAS
COCHABAMBA, ORURO, CHUQUISACA, POTOSÍ.
V FESTIVAL
Para el V Festival Nacional Luz Mila Patiño el equipo de producción de radio del Centro Simón I. Patiño, acompañados por el Dr. Max Peter Baumann recorrieron durante varios meses las comunidades de tierras altas de los departamentos de Cochabamba, Oruro, Potosí y Chuquisaca, documentándose y tomando contacto con las organizaciones campesinas de las zonas de puna y valle.
De esta manera y después de una selección meticulosa de los mejores grupos de cada una de las zonas visitadas, del 6 al 8 de Junio de 1980 se realiza el V Festival con músicos, bailarines y artesanos de las comunidades de los cuatro Departamentos, entre ellas los representantes de: Wilacaya y Ch’illka Grande y Yerbabuenani de la provincia Tapakarí, Misicuni de la provincia Ayopaya, Raqaypampa de la provincia Mizque y Micayani Chico de la provincia de Arque, del Departamento de Cochabamba.
De Potosí, la comunidades de Caiza D de la provincia Linares, Calcha de la provincia Nor Chichas y Macha de la provincia Chayanta en el Norte de Potosí.
De Chuquisaca, la comunidad de Candelaria, de la provincia Zudáñez.

Dada la exitosa experiencia del IV Festival, las presentaciones “oficiales” de los grupos se las efectuaba en los jardines y en el teatro al aire libre del Centro Simón I. Patiño, para luego, realizar demostraciones por las calles céntricas de la ciudad de Cochabamba.
Adicionalmente se expusieron 300 tejidos y una colección de warmimunachis (amuletos que simbolizan el amor).
Cosmología y música de los Aymaras.
La inmensa mayoría de la población rural andina y subandina en las tierras altas de Bolivia es de habla aymara o quechua. En las poblaciones urbanas, entre un 50 y un 60% de los habitantes sabe alguna de estas dos lenguas. La lengua aymara es hablada por cerca de dos millones de bolivianos. Más de tres cuartas partes de los Aymara bolivianos viven en el departamento de La Paz. Otros se ubican en los departamentos de Oruro, y en Potosí (particularmente en ciertas secciones del Norte) y, otros en menor medida, en la sierra Oeste de Cochabamba (provincias de Ayopaya y Tapacarí).
Los Aymara conciben el universo en base a una concepción tripartita del espacio-temporal, traducida en los conceptos de Alax Pacha, Aka Pacha y Manqha Pacha (cielo, tierra y subsuelo, respectivamente), aunque con una dimensión de oposiciones no excluyentes lo que lo diferencia de la lógica moral, maniquea, cristiana. La relación de los humanos con los seres de Alax Pacha, como de Manqha Pacha, está basada en relaciones de reciprocidad y dependencia mutua que tienen que ser renovadas constantemente y de forma cíclica. Aka Pacha, el mundo habitado por los hombres, es el nivel intermedio, donde confluyen las fuerzas de Alax como de Manqha Pacha.
Es “nuestro mundo”. En este espacio se encuentra la tierra domesticada por el trabajo: es el espacio humano. Alax Pacha, el mundo de arriba, es una esfera poblada por deidades cristianas y corresponde al espacio de los “dioses oficiales” que representan y legitiman al poder. En este mundo se sitúa la energía controlada y sometida a un orden. En él se hallan: los Santos y Dios/Sol y se relaciona con lo nítido, con lo iluminado. Manqha Pacha, por el contrario, está poblado por “diablos”, los muertos, las fuerzas del paisaje y otros seres del panteón Aymara. Es un mundo subterráneo y oscuro, y representa la energía incontrolable, renovadora y creadora. La relación de los seres de este mundo con los humanos, no está mediada por una actitud moral, sino por su “hambre”, por lo cual los hombres deben ofrendarles constantemente “comidas” rituales y libaciones (en quechua: “ch’allas”). Si bien se lo identifica con lo indómito, con lo salvaje, con el desorden y los antivalores, constituye el nivel de la génesis creativa del conocimiento, del arte, de las transformaciones y de la fecundidad. De allí procede la poesía, la música, el sonido estático, la creación artística; del Sereno (Sirena, Sereno Mallku y Sereno T’alla).
El Sereno es la deidad poético-musical por excelencia y pertenece a este mundo. El Sereno, que habita en las profundidades de la Manqha Pacha, sale por las noches a los precipicios, a las pajchas (cascadas), a las vertientes y las corrientes rápidas de agua, donde acuden los hombres para escuchar la música que va “sacando”. El Sereno puede también presentarse a los maestros de música (luriri), a través de los sueños. El Sereno es el “propietario” de la música, del sonido estético y de la poesía.
Es por eso que un instrumento musical Serenado es un instrumento “encantado”, es decir; tiene un sonido estético, fino, limpio (“ch’uita”), que “toca por su cuenta”, tiene el poder de atraer. Los hombres músicos adquieren también el “encanto” del Sereno, estableciéndose una relación peligrosa que debe ser respetada rigurosamente. La transgresión de ciertas reglas podría ocasionar la muerte o la locura del músico.
La música Aymara, al igual que el sistema de pensamiento, tiene un carácter que se expresa en la conformación instrumental -por ejemplo, en la relación ira-arka- y en la ejecución musical.
De esta manera muchas Zampoñas están hechas de dos hileras de tubos complementarias, combinan una hilera de 6 tubos denominada “ira” con otra de 7 tubos denominada “arka”, de tal forma que la escala se completa entre las dos hileras.
Arka e ira tienen un significado místico en el mundo andino; pueden representar al hombre y la mujer, al día y la noche, a la luz y la oscuridad, las fuerzas opuestas de la naturaleza que juntas representan la totalidad de las cosas. Cuando la forma de tocar es alternada entre dos o varios ejecutantes se le llama “trenzar”.
Esta lógica queda también inscrita en la propia estética sonora en tanto, los músicos dan una gran importancia a los sonidos tara (“doble” armónico, denso). De hecho, tal dualidad andina, puede ser reconocida a diversos niveles que hacen a la creación, a la formulación estética, así como a la performance musical.

Este carácter dual aparece en la división anual del tiempo, el mismo que comprende, de manera general, el Awti Pacha (“tiempo seco” en Aymara; en quechua: Ch’akiy Pacha) y el Jallu Pacha (“tiempo de lluvias” en Aymara; en quechua: Paray Pacha). El primero abarca ritualmente de Carnaval (febrero-marzo) hasta Todos Santos (noviembre) cuando se realizan rituales vinculados a las deidades “andinas” del Alax Pacha; el segundo, de Todos Santos, hasta Carnaval, cuando los rituales se vinculan a las deidades del panteón Aymara (Manqha Pacha). En muchas zonas, en el período que va de la Cuaresma a la Pascua, no se ejecutan instrumentos musicales de ningún tipo y la producción sonora es nula.
La transgresión en su uso, fuera de estas “épocas”, podría traer catástrofes no sólo a la persona, sino a la comunidad entera, por lo que existe un gran cuidado en su manejo.
En las comunidades de tierras altas el charango se toca durante la temporada agrícola, es decir desde Todos Santos hasta Pascua pasando por el Carnaval. Su uso está asociado al Ukhu Pacha, -el mundo de abajo- y a la fertilidad. Las mujeres acompañan con sus cantos tratando de igualar los tonos agudos del charango. Durante la ejecución de las piezas musicales, en el final, o en la repetición de una estrofa, el charanguero toca acordes y las mujeres zapatean.
El uso de este instrumento está ligado al enamoramiento y a la fertilidad, es el instrumento “del diablo”, muy importante para los hombres y mujeres del campo.
En los Andes, el uso de los instrumentos musicales es una actividad esencialmente masculina; no obstante, el canto es una actividad fundamentalmente de las mujeres, resultando ser un elemento complementario.
El contexto resultante es un gran complejo musical compartido por todos los Aymaras, ya que integra numerosos elementos comunes. Estos se refieren al sistema de pensamiento, a las formas de ordenar el mundo y de reconocerse en él, las técnicas de ejecución y los calendarios, sin perder por ello, las particularidades internas, que se expresa en calendarios propios, medidas, “tonos”, etc.